Buquebus (Parte II: Vélez Sarsfield)

miércoles, 5 de septiembre de 2007


Pagamos el taxi y quedamos en la puerta del Terminal de Buquebus en Puerto Madero. Nos bajamos con nuestras mochilas y las botellas de Coca Cola Zero. Nos estábamos acomodando el equipaje en la entrada cuando reparamos en una familia vestida con buzos y camisetas de Vélez Sarsfield. Los encontramos bacanes. Aún no entrábamos al terminal, que de afuera parecía más un súper edificio corporativo, cuando salió un grupo de personas, vestidas de Vélez también. Entramos al lugar y no parecía que íbamos a hacer el check-in para montarnos en un barco… parecía la entrada al estadio.

Fue algo que no esperábamos. Teníamos ganas de viajar en el Buquebus. Cruzar el Río de la Plata, llegar a otro país por agua, navegar… qué sé yo, ya era atractiva esa travesía, pero que nos fuéramos con una barra de fútbol era más que una grata sorpresa, era la raja. La Copa Libertadores nos bendijo con los de Vélez. La Libertadores y los puentes cortados, porque los de Liniers iban a jugar en Montevideo ese mismo día 6 de febrero contra Danubio, por la vuelta de la primera fase (ganaron 2-1 y clasificaron pues en Argentina ya habían ganado 3-0). Es posible que si se hubieran podido ir en auto directamente, no se habrían embarcado en una concentración tan alta. Para nosotros fue de lujo la oportunidad.

Como llegamos con anticipación hicimos una fila corta para el check-in; todo el proceso era muy de aeropuerto, los funcionarios de Buquebus vestían como funcionarios de aerolínea y nos dieron nuestras tarjetas de embarque, los papeles de aduana, de entrada y salida, nos pesaron las mochilas y nos dieron unas etiquetas iguales a las de los aviones. Todo muy lindo. Nos fuimos a sentar a unas mesas y ahí nos terminamos de tomar las bebidas mientras observábamos a la gran cantidad de hinchas de “la V” que paseaban por el terminal.

Conversábamos y llenábamos nuestros papeles para pasar de un país a otro cuando notamos una fila larga. No era para el check-in sino para comenzar el abordaje. Fuimos al baño y nos pusimos en la cola. Llegamos a una sala de embarque también muy de aeropuerto, desde la que se veía el buque Eladia Isabel y al fin, al fin desde que llegamos a Buenos Aires, vimos el Río de la Plata bien bien. En La Boca algo vimos pero no era muy lindo así que no le dedicamos tiempo.

Entonces hicimos más filas para pasar el control fronterizo doble. Nos separaron por barco, ya que en horas cercanas había más de una salida. De hecho mientras avanzábamos escuchamos a una pareja de ancianos que estaba muy molesta porque era la segunda vez que hacían una fila y les decían que era la equivocada. Parece que lo más grave era que su barco ya se había ido. Mal.

El control consistía en varios mesones donde había dos personas, a la derecha estaba el agente de Argentina y a su izquierda una uruguaya. Pues, antes de subirnos al barco ya estábamos legalmente en Uruguay. Yo quería llegar a Uruguay pronto, pero el trámite no me daba la impresión de acercarme mucho. Luego de eso caminamos por un corredor con vidrios que daba al Río y que nos llevaba al Buquebus. Entonces conocimos a un personaje que nos alegraría el viaje, una mujer, madre de familia y prominente dentro de los hinchas de Vélez, estaba emocionada porque los que ya estaban arriba del Eladia Isabel habían colgado lienzos de la popa del buque. Fue genial ver eso, y para mejor estaban debajo de la bandera uruguaya.

Ya nos íbamos a embarcar. Estábamos dejando Buenos Aires y en poco más de 3 horas íbamos a estar en Colonia, Uruguay. Yo quería volver ahí y mostrarle el lugar a Rodrigo y ojalá que le gustara tanto como a mí. Y además, íbamos a hacerlo cruzando el Río de la Plata, arriba del Buquebus, que siempre nos había dado un poco de risa pues es gracioso el concepto. Y ahí estábamos, caminando por ese corredor que se acababa para que se acabara también la tierra firme, a punto de abordar el Eladia Isabel y a tener un nuevo paseo, íbamos a navegar.

(Continuará...)